Era mi primera vez en el puntApunta, y lo cierto es que me vi en la obligación de prepararme de una forma que no esperaba. No tanto a nivel físico, sino entendiendo el lenguaje del roadbook. Como soy un curioso, decidí hacerlo tradicional y solicitar un roadbook de papel. Me empapé de algún vídeo de nuestro amigo Jaime Lozano de “Cabra sobre ruedas” en YouTube hasta que me quedó claro cómo se leía, cómo se interpretaban los símbolos y cómo guiarme. (Sí, sé que “Cabras” habla de offroad, pero me sirvió para interpretar cada una de las viñetas).
La ruta de este año fue de Oeste a Norte, recorriendo la península en un trazado increíble en cada uno de sus kilómetros. Empezamos el miércoles 14 de mayo con las verificaciones y la recogida de dorsales, y al día siguiente arrancó la verdadera aventura.
Primera etapa: Viana do Castelo – Zamora (427 km)
Como manda la tradición, recogimos agua del Atlántico en una botella, que debíamos verter al Cantábrico al llegar a Bilbao. En esta primera jornada, lo que más nos sorprendió a todos fueron los paisajes del norte de nuestros vecinos de la península, donde no podías parar de admirar su belleza y donde nos agarró la única lluvia de los tres días. Eso sí, que agradecimos, ya que apareció en momento perfecto para parar, ponernos el traje de lluvia y descansar un rato para recuperar esa energía para llegar a Zamora.
Segunda etapa: Zamora – Cangas de Onís (418 km)
Mi favorita. Una jornada con algunas de las carreteras más impresionantes de España. Pero lo más especial de esta etapa fue el tramo offroad: unos 20 km que nos sacaron por completo de la rutina del asfalto. Tierra suelta, piedras y carreteras muy técnicas. No era especialmente complicado, pero sí lo justo como para obligarte a concentrarte, levantar la vista para sentir cada obstáculo del camino. Fue un momento para salir de la zona de confort y disfrutar de una conducción distinta, más cruda, más conectada con el terreno.
Tercera etapa: Cangas de Onís – Bilbao (278 km)
No por ser menos kilómetros iba a ser menos exigente. Con el cuerpo cansado pero la cabeza aún en marcha, afrontamos la última etapa. Se notaba el cansancio de las jornadas anteriores y cada kilómetro que pasaba se hacía más duro, era una sensación extraña, ya que estaba físicamente agotado pero, a la vez, no quería que se acabara. Carreteras mucho más técnicas que las etapas anteriores, estrechas y con muchos desniveles hacían que la fatiga aumentara por momentos, pero os puedo asegurar que las vistas merecían la pena. Finalmente, en el puerto de Bilbao, nos pusieron el último sello que acreditaba que habíamos terminado el puntApunta 2025. Antes de desmontar el roadbook, faltaba una última cosa por hacer: vertimos el agua recogida en Viana do Castelo, cerrando el círculo como manda el ritual del puntApunta.
Cada una de las etapas fue una mezcla de emociones… desde cada curva subiendo un puerto de montañas, el cambio de asfaltos y hasta los distintos paisajes que cambiaban según avanzaban los kilómetros, que, te obligan a parar, quitarte el casco y admirar o simplemente tomarte un café con gente que no conoces de nada.
Una experiencia completa
Durante el recorrido sientes de todo. El cansancio lógico después de horas de curvas y concentración, pero también las risas con otros moteros en cada parada o alguna anécdota mientras pilotábamos, la satisfacción de una buena comida y la cervecita al llegar al destino, los paisajes que parecen de otro planeta, el sol pegándote en la cara... y cómo no, un poquito de lluvia. Y es que no todo es fácil. Hay momentos en los que dudas, te pasas un cruce por no interpretar bien el roadbook, o te ves solo en medio de la nada sin cobertura. Pero ahí está lo bonito del puntApunta, superarte y confiar en ti, pedir ayuda si la necesitas o darla si la necesitan otros. Todo se convierte en una comunidad en la que parece que nos conocemos de toda la vida, donde hay respeto, compañerismo y muy buen rollo.
Fue justo en uno de esos momentos, de camino a do Castelo, cerca de la frontera con Portugal, cuando me crucé con un hombre que me marcó. Nos pusimos a charlar mientras repostábamos las motos y me contó que venía solo este año porque sus dos colegas, con los que siempre hacía el puntApunta, habían perdido sus motos en la DANA que arrasó Valencia. No les dio tiempo a repararlas. Le pregunté si merecía la pena hacerlo sin ellos a lo que él me respondió “Claro que sí, ellos están aquí de alguna manera. Esto no va solo de venir acompañado, va de seguir haciendo lo que nos gusta, aunque no siempre estemos todos”
Y tenía razón. A veces lo importante no es quién va contigo físicamente, sino lo que compartiste con ellos y como eso sigue rodando contigo. Desde ese momento hicimos camino juntos hasta Viana do Castelo sin mucho más que decir, compartiendo la ruta. Fue uno de esos momentos que te inspiran calma para algo totalmente nuevo para ti.
Un viaje para repetir
Lo que me llevo del puntApunta es la confirmación de la comunidad motera que ha creado BMW, con pasión y con una forma única de entender al motero en todos sus sentidos. El respeto, la ayuda desinteresada en cualquier cruce o repostaje, y las historias compartidas al final del día son parte de este evento que uno se lleva a casa.
Recuerdo que uno de los compañeros de prensa, que lleva ya siete años a la espalda haciendo el puntApunta, dijo algo que se me quedó grabado: “El PuntApunta no es solo de BMW, el PuntApunta somos todos”. Y es verdad, al final, lo que lo hace tan especial no son solo las motos o la organización, sino cada persona que forma parte del viaje.
No me quiero olvidar de destacar el gran trabajo de la organización y del staff, que estuvieron siempre atentos a todos y cada uno de nosotros, sin perder la sonrisa en ningún momento. Su buena energía se notaba en cada parada y hacían por ponértelo todo más fácil
Para despedirme. A cualquiera que esté pensando en apuntarse, le diría que esté muy atento a la fecha de apertura de inscripciones, porque las plazas vuelan: este año se agotaron en menos de una hora. Y sí, espero tener la oportunidad de volver el año que viene, porque desde luego es una experiencia para repetir.






